Cuando paseo cada mañana
y una luz inmensa inunda todo,
camino despacio y feliz
de sentirme vivo
en el espacio alto
y hondo.
Contemplo primero las montañas
una a una, al fondo,
resplandeciendo de sol
en el bello horizonte
de ocre y oro.
El arco iris de la dilatada madrugada
es una larga franja deshilachada
como polvo de una era.
Ocre gastado de los barbechos
y la mustia rastra
de espigas, precozmente doradas,
se reflejan difuminadas
en blanquecinas nubes viajeras.
Surge, a ratos, un grito alborotador
al borde de las sendas;
son las humildes y rojas amapolas
alegrando el denso gris de la tierra.
Me detengo junto a un pino
bajo cuya frondosa sombra
relajado gozo,
como si agua fresca bebiera
de un profundo pozo;
¡Qué hermosa está la mañana
caminando bajo el enorme toldo
del insondable cielo
sin pensar en nada,
pisando morosamente
el suelo.!
Nada hay de especial,
si sientes cerca la felicidad:
es un dia como otro
nada más.
José Martínez Sevilla
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Gracias Pepe por estos versos... Saludos.
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