martes, 15 de abril de 2014

Procesiones

Fuí adicto a las procesiones de la Semana Santa de Ayora cuando éramos dos docenas de jovenzuelos que cargábamos con las “andas” y Santos, dando la vuelta al trayecto procesional, sin que nadie nos relevara, y, en consecuencia, soportando después quince días de fuertes dolores en todo el cuerpo. Las procesiones, entonces, eran  una cuestión minoritaria, aunque haya gente que crea que fueron tiempo de gran fe y entusiasmo religiosos. Se iba bastante a Misa -los que iban-, pero a la procesiones mucho menos. Hoy la tele ha conseguido lo que nunca consiguieron curas y predicadores: convertir las procesiones en cuestión de masas y hasta reclamo turístico nacional.
Pero dejemos el tema de las multitudes. El caso que hoy me ocupa es hablar de nuestras entrañables procesiones en la Semana Santa ayorina. (Aunque en realidad, hay dos de ellas, celebradas en la semana de antes, que para mí tienen mucho más el candor genuino del sentimiento religioso, que las de esta “semana grande”. Sobre todo, por la “Salve” que toca una pequeña porción de músicos, con prodigiosos “solos” de bombardino, verdadera delicia escucharlos. Lástima que le haya dado a la gente (ó se lo hayan impuesto), el ir en montón tras la imagen de la Virgen, en lugar de ser como antes, cuando se iba en sendas filas, cada uno con su vela ó cirio, hasta que se consumían. Las lucecicas, en la noche, y en procesión, tienen más tintes religiosos que una masa de matrimonios cogidicos del brazo, como si fueran de romería.
Vale. Dije al empezar que ahora no soy muy adicto a las procesiones; debe ser que ya me hago viejo. Pues bien, no asistiendo a casi ninguna, solo tengo una excepción: la del Viernes Santo por la mañana. Y es que la noche anterior, se las trae: toda ella se la pasan “los turutas” (encapuchados, con unos rarísimos instrumentos, que emiten unos sonidos roncos y rancios, y  que desde lo alto del Castillo, les da por tocarlos a mansalva, dando la impresión de estar anunciando algún acontecimiento lúgubre y nefasto. Claro, los que vivimos cerca, adormecidos bajo los efectos de tales salmodias funerarias nos levantamos ya dispuestos a lo que venga.
Lo que viene... es todo el pueblo “en ala”. Los sayones escuadra romana, que ya en la noche del Jueves Santo hicieron su procesión del Prendimiento, “Ecce Homo” ya han hecho su aparición trepidante arriba y abajo; unas raras mujeres ataviadas de “la Verónica” y la Samaritana”, salen furtivamente por una esquina, mientras “las Tres Marías” les esperan en la subida a “los Altos”. Por allí andan también una cuadrillica de niños que resultan ser “los sayoncicos”, y unidos a la comitiva, suben hasta la iglesia “de Arriba”, que es de donde parte la procesión.
El sol ya hace rato que salió y la plaza bulle de gentío. Todos mudados, algunos con máquinas fotográficas y la mayoría con esa incontable epidemia de diminutas maquinitas de vídeo con lo que no sólo han hecho ya quinientas fotos a sus nietos, sino que poniéndose delante de “los Santos”, no nos dejan ver bien a nuestro primo tocando el tambor.
No es de broma, no hablo de nada cómico, sino al contrario de algo muy serio como es la procesión “del Encuentro” que tiene lugar entonces en medio de la plaza donde se encuentran -como es lógico- todos “los Pasos” intervinientes, en medio de un respetuoso silencio,
A partir de ahí, comienza el largo recorrido de la “proce”, que llega hasta el barrio de “la Solana”, siendo éste uno de los motivos por los que me gusta. (Aprovecho yo entonces para hacer mi visita ritual al horno de mis amigos “los Campanas”,  donde me escancio un largo trago del barralico del aguardiente, tras dar cumplida cuenta de  una bandeja de magdalenas, rollicos y mantecados. (Excuso decir que en esta visita me suele a acompañar un amigo, amén de algunos de mis hijos y nietos. Desde allí, abriendo paso a trancas y barrancas, echamos por la calle  “el Cantarero”, cayendo a la de “la Rambla”, donde en la puerta donde vivía “el Cacahuero”, vemos pasar, por fin, la Procesión.
Bueno, hecho este inciso gastronómico, he de decir que el fervor que se palpa en la gente es especial. Mezcla de religiosidad y de reunión multitudinaria de vecindad, ya que son innumerables los “ayorinos ausentes” que, en este día concreto (más que cualquier otro del año) se desplazan a nuestro pueblo,  y claro, debemos saludar, por lo menos, a la mitad.
Antes de acabar, quiero hacer constar, aparte de bromas, “dichos y diretes” ,que este día es el más grande de Ayora, sin ninguna duda.  (Y bien siento, que mis amistades ayorinas del “Facebook”,  que me estarán leyendo, no pueden disfrutar “in situ”,  del acontecimiento.
Dejo para el final el decir, aunque no lo parezca, que yo siento auténtica devoción religiosa por esta procesión y que siento una emoción honda y muy real viendo a los “Turutas”, a los imprescindibles Sayones y su gran Banda, a la Cofradía y Banda de San Juan, a la Virgen de los Dolores, al Nazareno y Banda, “las Manolas”; a la más antigua de nuestras cofradías “La Sangre de Cristo” (de la que tengo el honor -por tradición familiar- de ser el socio n.º 1), y en fin,  he de citar, a una institución que tiene el gran mérito de resaltar todas las ocasiones en que interviene: me refiero a la Banda de Música de Ayora, auténtico motor de nuestras Fiestas.

José Martínez Sevilla


NOTA: He querido dar al artículo un autentico sabor ayorino reproduciendo estas fotos hechas en 1934, por D. Carlos Ortin y que fueron recopiladas por D. José Rico de Estasen.

NOTA: He dejado de nombrar la procesión del Domingo de Pascua, porque solo ella necesita un artículo aparte.

lunes, 11 de febrero de 2013




Quiero estar contigo
como la pequeña nube
a quien suspiras,
como el sol que te alumbra,
y quema.


Cual aire que aspiras
atravesando tu boca,
como todo lo que respiras
cual todo lo que tocas


Lejos de tí
errante voy
cual hoja caída
que el viento llevó
por el espacio perdida.


Sólo tu me das calor,
albergue y comida,
oxígeno es tu aliento
que absorbo pleno
a cada momento
que contigo estoy.


Si vivo feliz
y estoy contento,
es al verte;
si apagado y triste,
es por no verte
a cada momento.


Te dejo
en el recuerdo
que de tí tengo,
con él me duermo...
!adios!. 


José Martínez Sevilla

Dibujo de mi nieto Carlos

martes, 5 de febrero de 2013

EL CARNAVAL



Miro el calendario viendo que estamos vísperas de Carnaval: palabra mágica, tres días locos cuya resonancia cabalga a través de los siglos levantando pasiones y faldas como desgarrada e insolente ventisca, capaz de exorcizar toda clase de convencionalismos.
¿Cual es, realmente, el atractivo incombustible de esta fiesta para que la gente, solamente por nombrarla se estremezca de no se qué extraño sortilegio como poseída de antemano por unos goces que, hace cien ó mil años, pudieran ser extraordinarios pero que hoy son simplemente algo que cualquier sábado de cualquier semana del año, en cualquier casica del pueblo, son igual?
El caso es que desde el domingo pasado de Quincuagésima hasta el Miércoles de Ceniza, incluso los chiquillos andan removidos por su influjo.
Pasa algo así como en la misma naturaleza, que de la noche a la mañana hace nacer flores milagrosas en nuestro almendros sacudidos hace dos días por huracanados vientos, y esta tarde mismo luciendo tiernos y esplendorosos sus brillantes colores.
Algo mágico tiene que provocar esta revolución... ¿o es, quizá un simple ciclo natural que lo mismo en plantas, animales y personas los transforma anualmente, sin más?
Antes, cuando la gente pobre y humilde se pasaba meses sin comer carne, cuando las costumbres, leyes y mandatos religiosos eran severos, casi apocalípticos, se entiende esperar estas fechas para desquitarse de hambre y prohibiciones. La misma palabra antigua que aludía a la celebración era “Carnestolendas”, en latín, equivalente a “carnes toleradas, permitidas, durante estos tres días, antes de entrar en la Cuaresma con sus ayunos y abstinencias.
Por parte de autoridades, civiles y eclesiásticas, era como decir al populacho: “!Tomad, hartaros de comer cuanta carne os apetezca, emborracharos veinte veces, copular hasta que os hartéis, porque cuando llegue el “miércoles”, se acabó el festín.
Bueno, pues esto, más o menos, es la historieta del Carnaval que ha llegado hasta ahora mismo todavía cargado del halo asombroso de antaño.
Se entiende que en grandes ciudades pervivan, muy descafeinados, eso sí, los carnavales, porque curiosamente están promovidos pos esas mismas autoridades y empresas comerciales, pero no ya como propina a la plebe para que sacie sus ancestrales carencias de carne y sexo, sino para servirse de ese mismo bajo pueblo que le presta el necesario acompañamiento de manifestación multitudinaria siendo motivo de atracción turística y gancho de ganar dinero los que siempre lo hicieron: los que ya lo poseen, pero que nunca tendrán bastante.
Rio de Janeiro, Venecia, Nueva Orleans, Barranquilla, Cádiz, Tenerife, etc, son estos días las mecas del placer, la Babilonia moderna, pero no donde el pueblo se desquita el hambre, sino donde los grandes hoteles y otros negocios hacen su “agosto” en Febrero.
La única potestad en cuya raíz esté, posiblemente la fiesta, la Iglesia, se ha quedado a orillas del negocio. Ya no hay bulas que vender, penitencias que cumplir, iglesias y catedrales que llenar del pueblo fiel. Se sigue el rito de poner la ceniza el miércoles clásico, pero la juventud ni la chiquillería no acude a la ceremonia, está enloquecida enterrando una entelequia llamada “la sardina”, otro símbolo más del pasado que solo sirve de guión para otra noche de juerga más.
Vale. El sermón está servido. “Carpe diem”, (disfruta del presente), se dice como slogan hoy, pero no hace falta porque la gente lo practica a mansalva.
¿Hasta cuando; es posible que de aquí a mil años siga habiendo carnavales?
Desconozco el final de la película.

José Martínez Sevilla

sábado, 2 de febrero de 2013

FEMINIDAD

FEMINIDAD
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Con la mujer
todo es de otra manera,
más sutil, más etéreo;
como si al veros cada día
de pronto, amaneciera.

Se activan el corazón y la mente
sintiendo como si una luz
encendiera nuestras neuronas
haciendo correr más rápida
la sangre por las venas.

Todo es distinto
mujer,
teniéndote cerca;
cambian los ritmos
de alma y cuerpo,
cada mirada, gesto o movimiento
tienen un ímpetu nuevo,
y hasta la dialéctica establecida
tiene un código especial
inexplicable y secreto.

Yo le llamaría
FEMINIDAD,
algo misterioso y subliminal
compuesto de atractivo, coquetería,
morbo y sexo,
belleza, dulzura....
y algo más,
que quizá sabéis vosotras
yo no se explicar.

Todo es distinto
en la vida
existiendo la mujer;
más bonito y emotivo,
menos prosaico y material,
como si Dios al crearos
nos hubiera dado a todos
una chispa de espiritualidad

Algo llamado
simplemente
FEMINIDAD. 


 JOSE MARTINEZ SEVILLA


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miércoles, 12 de diciembre de 2012

12 -12-12 A R B O L E S




Pensador,
pensativo y pensante  
soy,

Por los caminos voy
mirando suelo y cielo
buscando en las cosas
inspiración.

Miro en especial
con delectación
todos los árboles:
su contextura,  especie,
y ése algo que cada uno tiene
por excepción.

Paseo por distintos parajes,
caminos y sendas,
lomas, bancales y cerros
que rodean nuestra población
acercándome cuando veo árboles
manteniendo con alguno    
silenciosa conversación.

Los hay solitarios, austeros,
enclenques, majestuosos
o pintureros;
a veces reunidos y amorosos
entretejidas hojas y ramas,
moviendo sus hojas
en alegre cotilleo.

Pero tengo unos pocos
predilectos,
por los que guardo mi amor
en secreto.

Son aquellos
plantados hace años
con mi padre
en mi casica una tarde
como hoy.

Ha pasado el tiempo
pero cada día están
más guapos y esbeltos
siempre con pájaros
alrededor.

Los palomos les buscan por refugio
cortejando a  la paloma
rivalizando todos en montón
por ver cual la conquista
con más arte y primor.

Les miro, remiro y admiro
diciéndome:
¿quién, como vosotros, estuviera
cuántos más años
mejor?




JOSE MARTINEZ SEVILLA

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viernes, 30 de noviembre de 2012

GASTRONOMÍA DE AYORA




En  la historia de cada país, cada aldea ó habitáculo, por pequeño que sea, hay algo fundamental bien llamado “el pan nuestro de cada día”, que el Diccionario llama propiamente GASTRONOMÍA,  ni más ni menos que el modo de comer, condimentar -y modernamente- “echarle cuento” al asunto, o sea, adornar lo  típico con los oropeles y virguerías de la civilización, consiguiendo en realidad una más bonita presentación del producto natural, muy favorecido artísticamente, pero mucho más caro que es el fin de los mesoneros . Así ocurre hoy no sólo en los mejores restaurantes, sino en cualquier casa rural del pueblo.
Nuestros gazpachos ayorinos resisten heroicamente esa moda  mixtificadora. Su elaboración sigue aún las pautas tradicionales, que son casi prehistóricas. “Gazpachos ibéricos de Meca”, se les ha llamado por su rústica y tosca presentación. Todavía es más pura esta precariedad si la cocción y degustación del condumio se hace en pleno monte con rancheros del lugar y utensilios característicos. Es entonces, cuando realmente crees estar en el paleolítico, y cuando nuestros gazpachos adquieren sus virtudes ancestrales y el sabor primigenio entre los olores ambientales. (Pinos, tomillo y romero, pebrilla y espliego. Más en este tiempo de otoño avanzado, cuando el tempero ha traído este año los extraordinarios “pebrazos” que añadidos al gazpacho, (junto a perdiz, palomo, conejo, etc),   dan al mejunge  el toque más campero imaginable.
Pues bien, en este comentario sobre la gastronomía ayorina, no podía faltar la cita en primer lugar de este clásico plato de nuestra secular cocina. Junto a él, está la larga lista de comidas tradicionales, entre las cuales el imprescindible cerdo es otro pilar angular.Tajá de magro, tocino “de virica”, longanizas, lomo de orza, morcillas, guarras, morro y oreja, son “bocati cardinali” para cualquier comensal que se atreva bregar con estos sustanciosos manjares, pues hace falta un buen estómago para digerir tal bacanal. Ni que decir tiene que todo que todo ello debe ir regado generosamente con un vino hondo y con solera.
Como verán los lectores, junto el comentario y la ilustración de esta página, he puesto en lugar destacad una glosa excepcional sobre nuestros gazpachos escrita por nuestro famosísimo Premio Nobel de Literatura Camilo José Cela, con el me unió un modesta amistad. Hablamos dos o tres veces personalmente,  y siempre me manifestó el gran interés en venir a  Ayora a comerlos. Una serie de imprevistos lo impidió. Escribió entonces y publicó en la página primera del diario ABC el artículo que se acompaña, ilustrado por el célebre dibujante “Goñi”.
Sólo añadir sobre la gastronomía de Ayora, que además de estos platos que retóricamente llamaremos de “antología” quedan muchos más, como puede ser las suculentas paellas, las densas gachamigas, el arroz al horno y,  más sencillos, arroz con aceite crudo, patatas con caldo, ajetao, y en plan dulce, los imprescindibles “mazapanes de Manuelica”, y los pastelicos de boniato.  
Finalmente informar a nuestros posibles lectores allende las fronteras, que si se atreven alguna vez a “caer” por estos lares, vengan en holgadas ayunas para poder trasegar a fondo nuestros guisos. 

José Martínez Sevilla

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